viernes, 14 de octubre de 2011

Alice

Fics corto sobre el pasado de Alice




Nunca fue una persona normal, era la rara de la familia, por no decir la loca, es por eso también que decidieron ocultarla del mundo exterior, su personalidad excéntrica llamaba la atención y eso era lo que menos quería su familia.


Su cabello era largo, hasta la cintura, le gustaba trenzarlo y llenarlo de pequeñas flores, siempre y cuando se le permitiera salir de la casa, la mayoría de las veces se conformaba con llenarlo de  flores de papel, esas, que con ayuda de su hermanita menor realizaban, después de un tiempo ni a la pequeña dejaban que se acercara  a ella.

Era consiente que estaba viviendo los últimos días en su hogar, sus “sueños” le mostraron el destino de su vida.

Es por eso que la llevaban a un sanatorio, a causa de sus “sueños”, mucho de ellos los guardaba para ella, pero ¿cómo una niña se callaba las cosas que veía?, muchos familiares la llamaron bruja, otros incluso le temían, a veces acertaba con alguno de sus sueños, como la vez que hablo de la fiebre, un mal, que se propagaría por varios estados norteamericanos, o la vez que hablo sobre la ruina de la familia, el negocio familiar que no prosperaría, pero quien le creería, si tan solo tenía diez años.

Su día a día era de levantarse cantando, bailando, ya casi no le importaba pasar todo el día encerrada en su habitación, con su padre la mayor parte del día en casa era imposible para su madre acercarse a ella para acariciarla, besarla, como su más grande tesoro, su hija mayor, es que su padre siempre fue el más autoritario, más aun con el “problemita” de ella, siempre la oculto aludiendo que era una niña frágil y enfermiza, su madre esperaba las instancias en que salía a reuniones de trabajo, para poder visitarla a su cuarto, la felicidad era mayor cuando el hombre debía viajar fuera de la ciudad, esos eran los días en que la sacaban al amplio jardín de la casa, esos días era cuando la niña era verdaderamente feliz, corriendo por entre las rosas de mamá, oliendo cada una de las flores, quedando impregnada de sus esencias, ya que no sabía cuándo más estas ocasiones se podían repetir.

Su padre, conocido hombre de negocios, viajaba constantemente hasta hace un tiempo atrás, pero ya no lo hacía, eran tiempos difíciles, económicamente, ya casi no eran invitados en las reuniones de alta sociedad y eso era un punto a considerar  puesto que su economía  básicamente se trataban de hacer negocios con ese tipo de gente, su madre por otra parte se ocupaba de las labores de la casa, cosa que había tenido que aprender después del despido de dos de sus criadas, a ella no le importaba  mucho,  era feliz con la vida que llevaba, aunque había sido criada con muchos lujos, estaba enamorada de su esposo y lo seguiría hasta el fin del mundo,  si era posible, solo una pena tenía en su corazón, la enfermedad de su niña mayor le robaba el sueño, sabía que su Alice no era normal, desde pequeña, cuando jugaba con ella, muchas veces debió  guardar las ideas locas que pasaban por la mente de su pequeña, muchas veces fue cómplice de los episodios de trance de la niña, ahora su esposo, estaba buscando  un sanatorio lejos de la ciudad donde llevar a la niña, él la culpaba de la ruina de la familia, para él , la niña era culpable de que la sociedad lo estuviera apartando hacia un costado, y él no podía soportar eso. Lo que no sabía él que todo esto eran atisbos de una guerra que estaba comenzando y que afectaría a todo el país.

Ella ya se había convencido que era lo mejor para su bebe, más bien, su esposo la había convencido de que lo mejor en estos casos era llevarla a especialistas donde sabrían tratar su enfermedad, sus visiones, sus sueños como solían llamarle, el día se acercaba y la pena de perderla no podía ocultarla, no le importó el enojo de su esposo, pasaba horas con ella en el dormitorio, bailando, cantando, coloreando, lo que fuera para estar cerca de ella, para de una u otra forma pedirle perdón, por no ser fuerte y atreverse a contradecir a su marido y que no llevaran a su niña lejos de ella.

El día había llegado, preparaba la maleta, sus lágrimas no dejaban de bajar, no llevaría muchas cosas, en fin, no necesitaría muchas cosas, la herida de su corazón no cerraba, mientras ordenaba las pertenencias de la niña, miro hacia la ventana donde se encontraba su Alice con la mirada perdida hacia afuera, acariciando al gato, esa ventana, la única conexión del mundo exterior que tenía la niña. Alice entendía muy bien donde iba, lo había visto en uno de sus sueños, su madre lo sabía y era justamente eso lo que más le dolía, no se permitía pensar en la vida que llevara su niña en aquel sanatorio, se repetía  para ella, que era lo mejor, tal vez así podría convencerse mas rápido de la partida de la niña.

Alice sabía lo que vendría, pero no sentía remordimientos hacia su padre, que siempre la trató como algo ajena a la familia, sabía que extrañaría a rabiar a su madre y su hermanita, sabia también que estaría sola en ese lugar lúgubre de ventanas enrejadas, ya no se permitía  pensar en ello.
Esperaron a la noche para sacar a la muchacha de la casa, a la madre no se le permitió ir con ella. Se despidieron en la habitación, las lágrimas no se hicieron esperar, era tan desgarrador tener que dejar partir a un pedacito suyo, el padre de la niña tenía  todo planeado, después de que se llevaran a la niña, harían conocer la muerte de ella, con funeral y todo, era conocida la historia de la muchacha frágil y enfermiza, que una muerte prematura no levantaría sospechas de la familia.

A eso del crepúsculo llego un hombre, una deidad hermosa para los ojos humanos, era el encargado de llevar a la pequeña Alice al sanatorio, ella ya lo conocía, lo había visto en sus sueños, pero aun así, le sorprendió la belleza de sus ojos color ocre, el médico, le sonrió y le infundio un valor para seguir adelante con lo planeado por su padre que ni siquiera mostraba remordimientos por entregar a su hija a una vida en la oscuridad de un hospital.

Subió al coche y miro el frontis de la casa, quien sabe por cuando tiempo más recordaría su hogar, el jardín de su madre, donde tantas veces jugo a escondidas de su padre, saco la cabeza por la ventana tratando de capturar ese olor que desprendían las flores, para así llevarlos con ella durante este viaje que hoy emprendía, instintivamente tomo la coleta de su cabello recordando cuantas veces los lleno de flores, hoy llevaba una de las que su hermana había dibujado para ella, su pequeña hermana que dormía en la habitación, no sabía que lo que estaba sucediendo, pero así era mejor, la niña no tenía por qué  enterarse del destino de su hermana.

Dejo atrás a su madre quien miraba por la ventana, dejo su vida, su gato, su hermana, dejo de ser Mary Alice Brandon y quien sabe quién  sería de ahora en adelante, a los quince años no se tiene la idea de que rumbo tomaría su vida, menos aun si estas encerrada en un hospital psiquiátrico… ¿qué perdería?

Pues no habría cortejos de pretendientes, ni paseos con las amigas por el parque, no habrían invitaciones para la hora del té, ni mucho menos bailes de sociedad, para ella la vida terminaba aquí, si es que alguna vez vivió.

El viaje fue silencioso, no sabe en qué momento se quedó dormida, después de mucho rato, quizás toda la noche, reconoció el lugar donde estaban llegando, escondido entre colinas y bosques, lo más apartado posible de la sociedad se encontraba el hospital psiquiátrico, un suspiro lastimero salió de ella, sin poder retenerlo, el portón de fierros forjados se abrieron dando paso a un largo camino que llevaban al frente de la gran casona, llena de musgos, a lo lejos se podía notar personas de batas blancas, algunas acompañadas de enfermeras y otras sentadas en el pasto, con sus miradas perdidas, quien sabe en qué mundo.

Mientras tanto en lo que fue su hogar se velaba un ataúd lleno de las pertenencias de la pequeña, la daban por muerta, señal de que su madre y su hermana jamás la volverían a ver.

La recibieron unas enfermeras que la despojaron de sus pertenencias,  en ese lugar ya no necesitaría nada mas, le dolió dejar a un lado el relicario que su madre el día anterior había colgado en su cuello, le pusieron unas pijamas blancas, le sacaron sus zapatos, para ponerle unas zapatillas bajas, que no eran nada cómodas, prefería andar descalza, en casa rara vez usaba calzado. La dirigieron por algunos pasillos, lúgubres y húmedos, entraron una sala donde la sentaron en una silla nada cómoda, pusieron una capa sobre ella y comenzaron a cortar su cabello, rápidamente y por acto reflejo quiso arrancar del lugar unos enfermeros, personas que no se había percatado que estaban en el lugar, la afirmaron y amarraron a la silla, su llanto y gritos eran bastante fuertes mientras su cabello caía al suelo con flores y todo, levanto la vista al ventanal que daba al patio y fue cuando se percató que todas las personas internas, tenían su cabello corto, otra persona de delantal blanco, se acercó a ella con una jeringa, solo sintió un leve pinchazo y se sumergió al más oscuros de sus sueños, comenzaba su pesadilla.

jueves, 13 de octubre de 2011

ANHELO DESDE LA OSCURIDAD - Décimo Capítulo:






Reencuentro con el pasado.

Sus manos necesitadas apretando mi cintura. El resto de mi cuerpo rugiendo por poseerle. Y el sabor de los dulces fluidos que aun permanecían en mi boca; eran el preludio perfecto para lo que haría con ella en apenas unos instantes.
Nuestras ropas estaban hechas girones y tiradas en a–quien–coño-le-importa-donde, y los sonidos de su respiración errática eran la sinfonía ideal que me instaba a tomar su cuerpo y unirlo al mío sin miramientos. Como había esperado por esto…
Arrastró sus uñas con más fuerza de la necesaria contra mi espalda, pero no pudo herirme así que entre irónico y perversamente excitado le sonreí.
-       ¿Quieres lastimarme, Bella? – su gruñido respondió por ella, así que aproveché y la penetré con mis dedos una vez más y luego me quedé quieto. – ¿Esto es una agonía para ti y por eso quieres vengarte haciéndome daño? – moví mis dedos índice y medio dentro de ella y para desesperación suya, me congelé de nuevo.
Bufó.
 Descaradamente me reí en su cara.
-       Para mí también fue una agonía esperar por ti. – saqué mis dedos y repté por su cuerpo hasta quedar posicionado entre sus muslos. Pegué mi boca a la suya pero solo hasta que nuestras comisuras se rozaron, hice girar mis caderas para acariciar su centro con mi sexo. Ronroneó. 
-       Eres un bastardo…egoísta…
-       Lo sé. – tomé mi erección palpitante con mi mano y la posicioné en su entrada más que lista para recibirme. Empujé hasta el fondo haciendo que se arqueara. La curva de su cuello me sedujo y no le encontré el sentido a resistirme. Ya la tenía entera ¿para qué negarme cualquier capricho? La mordí con mis incisivos pero sin llegar a ser violento. Solo lo necesario para que ella se entregara aún más al placer. Y por supuesto que lo conseguí…
-       ¡Edward! – salió de sus labios en un susurro mientras se apretaba contra mí.
Se movió conmigo a un ritmo enardecido, dando rienda suelta a las pasiones que llevábamos demasiado tiempo conteniendo. Mi miembro se inflamaba más y más dentro de ella, que era tan estrecha, tan cálida…tan perfecta. Impulsó sus caderas hacia arriba y las sujeté con una mano mientras que con el otro brazo me apoyaba de la cabecera. La arremetí con fuerza. Pero lejos de quejarse, sus piernas se entornaron en mi cuerpo afianzándose a mí.
No busqué prologar ningún orgasmo, sabía que el cansancio no nos vencería ni nos fallarían las fuerzas. Así que sin ahorrarle ni ahorrarme nada dejé que nuestros seres se entregaran al placer del éxtasis.
Ese primer orgasmos fue extenso, me derramé en ella como nunca lo había hecho con nadie, lo cual tenía sentido si se tenía en cuenta que jamás me había obsesionado así por alguien. Pero ese fue tan solo el comienzo de muchos desahogos más. Mi Bella buscaba saciar su pasión al igual que yo.
Pero lo que ambos no sospechábamos era que a partir de aquella vez, los dos nos haríamos adictos a algo que era más fuerte que el sexo. A algo…que ambos desconocíamos…sobre todo yo…
*****
Los días con Isabella eran agridulces. Por un lado se había vuelto una maldita testaruda que amaba llevarme la contraria hasta en la forma de decorar la casa. Había tirado en una caja; que posteriormente sería destinada al confinamiento en el ático de la granja; todos mis Sports Illustrated*. Eso sin mencionar que me había hecho comprar todo un nuevo mobiliario, alegando que el anterior era horrible, que la casa parecía lúgubre y dejaba al descubierto que en la casa vivían vampiros. Los tres baños y medio pasaron de ser una ducha, un retrete y un lavabo con espejo, a parecer una jodida sala de un spa contemporáneo. Isabella se encargó de escoger sanitarios que parecían cualquier cosa menos eso, lavamanos en pareja que estaban empotrados en una elegante y sobria mesa de madera negra que contrastaba con el blanco de la cerámica, duchas ultra modernas que simulaban la lluvia para el alivio del estrés y para nuestro baño personal un jacuzzi con capacidad para cuatro personas. De ante mano le advertí que no metería a ningún otro en esa bañera que no fuese yo, a lo que ella sonrió y me dijo un desvergonzado: “Ya veremos”.
Lo más desesperante de todo fueron los siete días de remodelaciones sinfín, con los malditos buitres fisicoculturistas que consiguió por albañiles, que encima de todo no podían verla porque los ojos se les quedaban prendados en su trasero; y para colmo, tras finalizar la obra; Bella se encargó de colocar un revistero de madera negra a juego con el ambiente de los baños que contenían una decena de revistas femeninas, siendo predominante la Cosmopolitan*, me había arrastrado hasta su antigua casa para traer los números que tenía allá. Esa era su biblia.
Pero aquí viene lo irónico y lo dulce; la mentada revistita esa era su mejor mentora a la hora de orientarla en posiciones sexuales; cabe destacar que este era el medio con el que conseguía manipularme para conseguir lo que quisiera; y hasta consejos de belleza. Así que después de tener los dos meses viviendo juntos; peleando por el día y retozando por las no…Bueno, a cualquier hora; yo mismo corría hasta la tienda por ella. ¡Larga vida a la Cosmo!, y la mejor parte fueron, los días interminables en los centros comerciales los cuales podrían describirse en una sola palabra “INSOPORTABLES”, corría de boutique en boutique, sin mostrar el mínimo aburrimiento, y mientras yo servía de carrito de carga, ella insistía en usarme también como estilista personal, rogaba a las horas tope para que la dejaran entrar en las tiendas, digamos que su poder de convencimiento aumento considerablemente desde su transformación. Las empleadas la dejaban pasar sin tapujo y cumplían todos sus caprichos. Admito que no todo era tan malo, verla lucir esas prietas faltas que caían desde su cintura hasta medio muslo no era del todo un infierno, y eso sin dejar pasar los exquisitos modelos de victoria secret que se había compra ahora que tenía una vida “sexualmente activa”; yo me había enamorado perdidamente de uno negro con encajes grises, era exquisito, sobre todo imaginarme a mi vampiresa en el, me volvía loco. Esas en resumidas cuentas, eran todas las cosas que venían incluidas implícitamente en el contrato que me hacia dueño de mi fría Bella.
Bueno, después de todo ella no era frívola, y a pesar de su inicial posición beligerante y su juramento de aborrecerme por el resto de nuestros días, Bella se avocó a ser una compañera. No era una neurótica del orden, pero mantenía la casa hermosa y de cierta manera le otorgaba una dulce calidez que jamás creí posible.
Estaba acostumbrado a ser visto con miedo, con admiración, con envidia e incluso con deseo, pero había instantes en los que nuestros ojos se encontraban y ella parecía querer decirme algo con su mirada. Pero muerto en vida, al fin y al cabo, no supe como descifrarla.
Siendo tan huraño y tan cerrado con mis cosas, jamás permití que alguien excepto Jasper husmeara en mis cuentas, Bella en cambio de manera sutil se inmiscuyó en mis negocios, recomendándome cómo manejarlos y en qué invertir. Resultó ser una administradora de lo más sagaz, por lo cual la dejé colaborar.
En resumidas cuentas, llevábamos una relación mejor de lo que yo había estimado. Lo que la irritaba más, era no poder salir a los sitios que habituaba antes, le había explicado más de una vez que eso era peligroso. Ninguno de sus antiguos compañeros de trabajo podía verla. Si la reconocían, sabrían que algo le había ocurrido y tratarían de averiguar lo que había sido.  
-       ¡Maldita sea, Bella. Que no! – le grité exasperado. - No podemos acercarnos a tu trabajo. No correré ese riesgo.
-       ¡Estoy harta de estar aquí! Quiero saber cómo están las cosas en la empresa después de mi desaparición…
-       ¡Exacto! El mundo te cree desaparecida en acción. ¿Qué quieres? ¿Que te vea algún conocido y te pregunte sobre lo que te pasó? Acepta de una maldita vez que tu vida de mortal pasó. ¿Cuántas veces tendremos esta discusión? ¡Cuantas?!
-       ¡Hasta el momento en que decida irme de aquí! – se volteó y desapareció dejando una ráfaga de viento hasta una habitación contigua a la nuestra. El portazo que dio estremeció la granja entera.
La seguí pero a mi propio ritmo, no pensaba darle el gusto de tenerme como un perrito faldero tras ella. Cuando llegué a la puerta traté de girar la manilla pero no pude. La había trancado con seguro.
-       Bella. Deja de ser tan infantil y ábreme.
-       ¡Lárgate! Eres él último que quiero ver y escuchar ahorita.
-       Tarde o temprano tienes que salir de allí…
-       ¡Lárgate!
-       ¡Es mi casa!
-       ¡Pues te jodes! Tú me hiciste una prisionera de este lugar. Ahora te aguantas. – de pronto su voz me llegó desde detrás de la puerta – No has tenido ni un remordimiento de conciencia hacia lo que me has hecho. Perdí mi vida por tu egoísmo, jamás me preguntaste si quería estar a tu lado. Solo decidiste lo que fue más práctico para ti.
Buen punto…una sonrisa llena de ironía cubrió mi boca aunque nadie pudiese verla.
-       Si crees que ese discursito de Lo–Dejé–Todo–por–Ti me conmueve, estás muy equivocada.
Escuché una carcajada seca del otro lado…
-       Para conmoverte tendrías que ser capaz de sentir algo. Y no eres capaz de eso, Edward Cullen. Toda tu existencia gira en torno a ti, a tus deseos, a tus caprichos, a tus designios y a tu voluntad. Piensas que el mundo exterior está obligado a darte lo que te mereces puesto que te sientes el dueño y señor de todo. Me das pena, Edward. Porque en dos años yo estaré libre de ti, pero no habrá más nadie que te soporte. Ningún ser, sea de la especie que sea, puede tener sentimientos por algo que es tan frío y tan vil.
Una extraña presión se instaló en mi pecho al escuchar sus palabras…pero aún así, no cedí.
-       Nunca te pedí que me quisieras, ni tuvieses sentimientos por mí. Tengo lo que quiero de ti, que es tu cuerpo. Cualquier otra cosa es un plus, y puede ser desechable.
Silencio…un gran silencio se instaló en la casa. Ella no se movió de la puerta y no contestó nada más. Con una vacía sensación de triunfo dí media vuelta y salí de casa. Afuera llovía torrencialmente mientras yo me dedicaba a caminar de un lado al lado para obligarme a calmarme.
Me das pena, Edward. Porque en dos años yo estaré libre de ti, pero no habrá más nadie que te soporte. Ningún ser, sea de la especie que sea, puede tener sentimientos por algo que es tan frío y tan vil”.
Sus palabras resonaban en mi mente una y otra vez. Detestaba admitir que lo que me había dicho me estaba carcomiendo. Tenía que ser su presencia constante, apenas me reconocía. ¿En qué momento me había vuelto un blandengue con cargo de conciencia?
Desde la ventana de la habitación contigua a la nuestra vislumbre una penetrante y voraz mirada, ¿odio?, ¿rencor?, ¿ganas de atravesarme tal vez?; Bella solo necesitaba estar un poco molesta y podía fácilmente dejar de lado su calidez para convertirse en la más fría del mundo. Se dejaron caer las cortinas en la habitación y solo eso necesite para volver a mi estado de desgracia.
Tiré de mi pelo con frustración. Mientras que una parte de mí no dejaba de gritarme que había cometido el peor error de mi existencia, la otra me decía que había hecho bien en sentar mi posición. Isabella se había pasado de la línea y alguien tenía que marcarla de nuevo.
Traté de poner mi mente en blanco dejando que el agua que se escurría por mi cuerpo se llevara las presiones…
******
Una hora después, cuando la lluvia amainó y me cansé de parecer trapeador de patio exterior, pasé a la casa escurriendo agua por todos lados. Luego lo limpiaría. Pasé directamente hasta la habitación en donde se había encerrado Isabella, hacía rato atrás. La puerta seguía cerrada.
-       Bella. Ábreme, por favor. Vamos a hablar. – nada. Ni un ruido. – Ábreme. Sé que llevamos las cosas a niveles innecesarios…
¡Nada!...La preocupación me apretó el pecho. Golpeé la puerta con fuerza.
-       ¡Isabella! – giré la perilla y seguía trancada. Le di un punta pié a la puerta y la arranqué del marco. No había nadie allí.
Solo estaba abierta la ventana. Salí pitando de allí tratando de seguir su rastro pero tras dar vueltas alrededor del perímetro de la granja durante una hora completa, perdí las esperanzas. La condenada lluvia se había llevado su rastro.
Me subí en mi automóvil, puesto que aun era de día y no quería correr riesgos de ser visto corriendo por las azoteas de los edificios de New Hampshire. Cuando llegué a su antigua residencia, me di cuenta que no había pasado por allí puesto que su olor no estaba por las cercanías. Le pregunté por ella al viejo portero y me dijo que no se le había vuelto a ver desde hacía dos meses atrás. Lo cual estaba bien, ya que nos habíamos infiltrado en su apartamento en medio de la madrugada, para evitar ser vistos y levantar sospechas. Sus compañeros de trabajo habían reportado su ausencia con la policía, pero no habían podido dar conmigo, puesto que nunca fueron hasta mi casa en los suburbios. Como había llevado una magnífica labor, nadie pudo culparle de desfalco ni de nada por el estilo.
No tenían ni una pista por donde comenzar a buscarle. No tenía familia, pues era hija única y sus padres habían muerto. No mantenía contacto con ningún familiar lejano ni amigos que no estuviesen en su antigua empresa. Estaba bloqueado.
Estaba perdido sin Bella, no solo volvía a mi soledad apabullante, sino que también estaba vacío.
Las siguientes dos semanas fueron infernalmente lentas. La jodida cama parecía un stadium completamente vacío y no había querido cambiar el tendido pues el que estaba aun guardaba restos de su olor y el mío mezclados. Veía su ropa, y la respiración me fallaba. Tuve que reconocer que el monstruo se había debilitado. Que ella lo había debilitado.
La casa estaba callada, lúgubre y hasta desordenada por el desastre que armé en la sala de estar en un acceso de ira. No me había alimentado desde la última vez que lo había hecho con ella. No salía de casa, ni contestaba el teléfono, razón por la cual mi socio Jasper apareció en la puerta de mi casa a las tres semanas de la desaparición de Isabella.
-       ¿Qué demonios te ha pasado, Edward? – sabía lo que veía.
Un prospecto desgreñado y cetrino sin contar lo ojeroso que estaba por la falta de sangre.
Me encogí de hombros ante él y lo dejé pasar antes de dejarme caer en el sofá más cercano que comenzaba a mostrar rastros de polvo, ya que era un modular de cuero negro. El material crujió y sonó al irse recogiendo bajo mi peso. Recosté la cabeza en el mueble y le respondí:
-       Se fue, Hale. Isabella se fue.
-       ¿Por qué? Lo último que supe de ustedes es que les estaba yendo bien. – su tono era neutro y sin ningún atisbo de emoción.
-       Pues sí, pero en medio de una discusión le dije cosas hirientes, luego tuve la maravillosa idea de largarme una hora completa y cuando volví a casa ya no estaba. Fue un día llovioso por lo cual su rastro se lo llevó el agua…- levanté los brazos e hice una seña de falsa victoria levantando los brazos. - ¡Y heme aquí! – los dejé caer de nuevo.
Jasper se recostó en sus rodillas. Luego me sonrió misteriosamente.
-       ¿Qué harías si te digo que esto ya lo sabía desde antes de venir? – sus palabras me parecieron incomprensibles por un segundo, pero no me dio chance a responder – Te lo pondré así; ¿Qué harías si te digo que sé en donde está Isabella?
Me levanté de golpe y le enfrenté, pero muy diferente a como lo haría el viejo Edward, se lo pedí con desesperación en vez de ordenárselo:
-       Por favor, hale. Por lo que más quieras. Dame la dirección. ¿Cuánto quieres?
Él se rió y por dios santo que sentí como si el fuego me recorría la venas…¿Se estaba burlando de mí?
Meneó la cabeza de lado a lado.
-       No necesito que me des dinero por eso, te considero un amigo. De una forma bizarra y algo huraña, pero amigo al fin. – el alivio se apropió de mí al instante. – Y me alegra ver que esa fachada de hielo tuya se está quebrando.
Otro que lo notaba…intenté desmentirle, pero…¿Qué le diría? “estaba actuando así para ver como reaccionabas” o mejor aún “es que estoy practicando para actor de Broadway y quise entrar en personaje”. Cualquier opción me parecía ridícula, así que finalmente lo admití.
-       Ya no soy el mismo, Hale. – de pronto revestí de dureza mi tono – Pero ni de chiste creas que me he vuelto un blandengue.
-       ¡Ja! No lo creí posible, amigo mío. – se puso en pie y luego palmeó mi hombro antes de mirarme con seriedad. – ¿Preparado para saber en dónde está ella? Aunque no te va a gustar lo que te diré. – asentí – Primero prométeme que no serás un cabrón tiránico cuando la encuentres.
-       ¿Por qué me dices eso?
-       Porque la he visto. He hablado con ella.
-       ¿Y no sospechó que fueses mi socio?  - dije escéptico.
Meneó al cabeza.
-       Le dije que no conocía a ningún Edward Cullen. Y además influí en ella dándole una sensación de confianza. – bastardo tramposo, era un bendito y oportuno bastardo tramposo.
Luego me paré a pensar.
-       ¿Pero como la localizaste?
-       Esta es la parte de la que te dije que no te gustaría saber. Ella está con una familia de nuestra especie que me topé allá en Forks. Los conocía a unos pocos días de haber llegado al lugar. ¿Puedes creer que no consumen humanos? – un ramalazo de frío se coló por mi columna. Asintió y me dedicó una sonrisa torcida. – Ya sabes de quién te hablo ¿cierto? Está con la familia de Carlisle.
-       Pe…pero ¿cómo?
-       ¿Cómo se encontraron? Pues Carlisle estaba acá revisando unos negocios y para mala suerte tuya estaba en el bosque cazando, cuando una muy extraviada y desesperada Isabella se topó con dos de sus hijas adoptivas y ¡zas! Adoptada de inmediato.
Caminé de lado a lado intentando calmarme. No quería volver a ver a Carlisle en mi vida, esperaba no tener que mirar de nuevo esos ojos topacios, pero él tenía algo que no pensaba abandonar, quizás había hecho las cosas mal, pero las enderezaría costara lo que costase.
-       Reserva los pasajes. – dije sin más hacia Jasper. El Edward calculador tenía que volver, al menos por un rato, necesitaba mantenerme en mis cabales para pensar mejor. – Voy a cambiarme y a preparar todo…
-       Los pasajes los compré antes de venir para acá. Imaginé que no querrías perder el tiempo. – me sonrió con cara de A–poco–no–soy–el–mejor.
Lo apunté con la mano mientras salía encaminado hasta la alcoba principal.
-       Tienes bien merecido un aumento. Te lo juro que sí.
Se sentó y cruzó las piernas hasta dejar su tobillo encima de su muslo. Con la mano me instó a apurarme.
-       Muévete, Cullen. El vuelo sale en una hora; allí discutiremos mi porcentaje de aumento por semejante eficiencia.
Y por primera vez en sesenta años experimenté lo que era la esperanza.

*****

Unas cuantas horas después estábamos en un taxi encaminados hacia la mansión de “Los Cullen”. Me sentía ansioso. ¿Qué haría Carlisle cuando me viese en su puerta? De seguro me correría. ¿Isabella? ¿Cómo reaccionaría cuando llegase hasta ella? ¿Me dejaría acercarme? En medio de esas cavilaciones Jasper me anunció que habíamos llegado a nuestro destino.
Una casa inmensa y de líneas modernas apareció después de quien sabe cuántos kilómetros de bosque. Era como si hubiese aparecido simplemente entre aquel paisaje, y aún así no rompía la armonía de este. Unos grandes ventanales de cristal se extendían por el frente y unas escaleras de madera eran en preludio a una puerta ancha y pomposa que daba acceso al interior de la gran casona.
Como vampiros, gozábamos de un sentido del oído excepcional. Así que antes de que el carro estacionase salió Carlisle en compañía de una hermosa mujer con el cabello color caramelo y unas facciones que irradiaban calidez.
Al ver a mi socio salir del auto ambos sonrieron y salieron a su encuentro. Pude darme cuenta que se habían hecho muy buenas amigos. Después de saludarse tomé un respiro y salí del auto.
Carlisle se quedó ipso facto mientras que el taxi se perdía entre el follaje natural.
Caminé hasta el comienzo de la escalera sin subirla.
-       Buenas noches, Carlisle.
Él asintió y se separó de la mujer para llegar hasta mí.
-       Buenas noches, Edward.
Sin demasiadas vueltas y rodeos, decidí ir al grano:
-       Tienes algo mío y vengo por ella. ¿En dónde está Isabella?

*Sport Illustrated: Revista americana de deportes.
*Cosmopolitan: Revista femenina re conocida a nivel mundial.


Bueno chicas, como siempre (tarde) aquí les dejo mi actualización! Esperando que me dejen su comentario *0* saben que son el por qué para seguir escribiendo…sus comentarios me llenan de entusiasmo para continuar mis historias…un beso!!


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